miércoles, 9 de marzo de 2016

"13 MINUTOS PARA MATAR A HITLER", DE HIRSCHBIEGEL. LA SOLEDAD DEL INDIGNADO INDEPENDIENTE

Entre los múltiples y variados intentos que, a mediados del siglo XX, tenían como objetivo  acabar con la vida del tirano alemán Adolf Hitler –inventor de la teoría de la supremacía de la raza blanca y creador de los campos de exterminio donde sus sicarios de las SS y la Gestapo asesinaron a millones de judíos (y también gitanos, comunistas, homosexuales…), y sus “autoridades” médicas, como Mengele,  levaron a cabo toda suerte de experimentos con niños, con gemelos, con mujeres- ocupa una humilde segunda fila el perpetrado por un modesto carpintero zuavo llamado Georg Elser quien, en 1939, se dedicó en cuerpo y alma a organizar un “plan perfecto” para liberar a la humanidad de un monstruo, aprovechando el momento en que el Führer nazi iba a pronunciar una conferencia al aire libre en la cervecería Bürgerbräu de Munich. A Elser –que no pertenecía a ningún partido ni asociación, por lo que  ha pasado a la pequeña historia de Alemania como “un héroe ordinario”- no le movía otra cosa que una rebelión personal contra las brutalidades y los crímenes del régimen.

Este es el argumento del drama que podemos ver en 13 minutos para matar a Hitler, película dirigida por Oliver Hirschbiegel (Oscar 2005 por La caída, su anterior obra sobre el nazismo que narra el final del Tercer Reich, la derrota en la guerra y el suicidio del dictador y varios personajes de su entorno), que en otros países se ha estrenado justamente con el título Elser: un héroe ordinario y está interpretada por Christian Friedel (La cinta blanca, Amour Fou), Katharina Schüttler  (Oh boy, The Promise) y Burghart Klaubner (El puente de los espías).

Es el 8 de octubre de 1939. Adolf Hitler se dirige  a los dirigentes del partido nazi en una  cervecería de Munich. Finalizada su intervención, Hitler, junto con Joseph Goenbbels, Heinrich Himmler, Martin Bormann y otros, abandona el lugar. Trece minutos después explota una bomba. El atentado ha sido un fracaso. Detenido en la frontera cuando pretendía huir a Suiza, Georg Elser es trasladado a Munich y después interrogado y torturado por los expertos de la Gestapo, que sospechan se trata de un complot y le consideran un peón en manos de alguna potencia extranjera. Nadie puede creer que un modesto ebanista de 36 años, que parece surgido de ninguna parte, pero que reconoce haber sido el autor de la bomba que ha estallado en el restaurante muniqués, haya actuado solo y carezca de cómplices y jefes que le hayan dirigido. Todos los intentos –y todos los sofisticados métodos de tortura- fracasan en el intento de encontrarle aliados, relación con grupos comunistas o terroristas… Detrás de él no parece haber realmente nada. Y tampoco consiguen que los expertos diagnostiquen su locura…

Cuando le interrogan, y está en condiciones de responder, Elser se define como un “trabajador independiente”, y ésa es la principal característica del personaje: una independencia para empezar de espíritu pero también vital, que se manifiesta en la opción de establecerse por su cuenta o en la de mantener una relación con una mujer casada. Elser es un resistente independiente y, como tal, actuó solo. Internado en Oranienburg y trasladado aluego a Dachau, fue ejecutado el 9 de abril de 1945, pocos días antes de la liberación del campo.

Diez años después de conseguir el Oscar a la mejor película extranjera con La Caída, Oliver Hirschbiegel descubre aquí un retazo de la vida de un “hombre ordinario”, un ciudadano indignado que decide actuar por su cuenta para defender unos valores, aún a riesgo de su vida. Presentada como un biopic, la película 13 minutos para matar a Hitler tiene mucho también de docudrama en sus idas y venidas del pasado al presente del carpintero Elser, un hombre libre  indignado frente a lo inaceptable,  tan idealista como sensible y  que disfruta con la vida, interpretado de manera emocionante  por Christian Friedel.

Ilsa Lund (Fuente: Crónica Popular)

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