viernes, 27 de febrero de 2015

"CAMINO LEAL", DE FRANCISCO MARTÍNEZ ALLENDE. EDICIÓN DE JUAN ANTONIO HORMIGÓN

Camino leal
Francisco Martínez Allende.
Edición de Juan Antonio Hormigón
Asociación de Directores de Escena de España

NUESTRA MEMORIA LITERARIA

Nos han robado nuestra memoria. Nuestra memoria histórica, pero también la literaria. Mientras se producía el rapto, los comunistas no tuvimos la fuerza –o acaso nos faltó la voluntad– para acudir a su rescate. La consecuencia es la siguiente: apenas nada sabemos de uno de los nuestros, de un desconocido dramaturgo llamado Francisco Martínez Allende, que tras la guerra se exilió en Cuba, Argentina y Santo Domingo, tras pasar por los campos de refugiados –en estricto, de concentración– franceses, donde, en uno de ellos, en Montolieu, en 1939, es posible que escribiera Camino leal, una obra de la que tampoco sabemos nada. Por fortuna, contamos con la labor académica e investigadora de personas como Juan Antonio Hormigón que nos permiten recuperar nuestra memoria literaria.

En una muy documentada y rigurosa introducción, Juan Antonio Hormigón reconstruye la biografía de un autor del que lo desconocíamos todo. Al parecer, Martínez Allende, un sindicalista del ramo del comercio, participó activamente durante la Segunda República y la Guerra Civil en la construcción de un teatro político y popular. En 1936 fue uno de los impulsores de “La Tribuna”, cuyo manifiesto fundacional llevaba por título “Hacia un teatro del Pueblo”. Durante la Guerra Civil organizó y dirigió distintos teatros de guerra en el frente y la retaguardia, como “El Retablo”, “Altavoz del Frente” o “Guerrillas del Teatro”. Participó también en el II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas en defensa de la Cultura, formó parte de la comitiva española que visitó la URSS con ocasión del V Festival del Teatro Soviético y fue miembro del Consejo Central del Teatro del gobierno de la República. Es difícil documentar si escribió, durante este periodo, alguna pieza teatral o constatar que son de su autoría aquellas que se le atribuyen.

Lo que no es objeto de discusión es que Francisco Martínez Allende escribió, ya en el exilio, la obra que se ha encargado de editar y rescatar la Asociación de Directores de Escena: Camino Leal. Protagonizada por Teleñín, un minero encarcelado tras la Revolución de Asturias, pero puesto en libertad con la amnistía del Frente Popular de 1936, Camino Leal es un drama de tres actos, donde se pone sobre las tablas la lucha revolucionaria del pueblo asturiano de 1934 y su resistencia frente al golpe de Estado fascista de 1936. Camino Leal se publicó en México, en la editorial Séneca, aunque se imprimió en la imprenta que Manuel Altolaguirre y Concha Méndez había montado en La Habana. El libro iba acompañado de un prólogo de José Bergamín, que asimismo recoge esta primera edición española realizada por Juan Antonio Hormigón.

Camino leal, nos dice Hormigón, “no es propiamente teatro del exilio, sino más bien de testimonio de un tiempo de combate contra el fascismo que destruía España”. Porque el fascismo no sólo ganó la guerra militar, sino también la cultural, borrando del mapa la labor realizada por la República. La prueba de su victoria se encuentra en nuestro desconocimiento de la obra de Martínez Allende. Como dice Hormigón en su estudio, Camino leal es teatro político, pero difiere del denominado agit-prop al no tratarse de una literatura de urgencia, pues lo narrado forma parte del pasado; en este sentido, el autor abandona “la urgencia, la coyuntura inmediata y el esquematismo, para contar una historia con todas las complejidades [por medio de] una estructura dramática que desmonta el costumbrismo superficial y lo convierte en crónica de un episodio de la lucha de clases en España, así como de la resistencia al fascismo y la explotación”.

No estamos ante personajes planos ni posicionamientos maniqueos. Incluso la obra se atreve a romper la brechtiana cuarta pared y vemos al protagonista, encerrado en una celda, dirigiéndose de pronto al público: “Respetables espectadores, buenas noches. Aquí tenéis frente a vosotros un hombre. Todo un hombre de carne y hueso, no un pelele ni un fantasma hecho a capricho para la comedia. ¡Aquí no hay comedia! ¡No hay ficción! [...] Yo pienso y siento. ¡Yo vivo! Ahora, donde yo no aparezca puede que haya algo de fantasía del autor. ¡Pero nunca donde yo esté! ¡Verdadero! Oídlo bien: ¡VERDADERO! Fue esta la primera condición que le impuse al autor cuando me propuso traerme al teatro. Que yo había de vivir tal cual soy”. Y añade el personaje: “¿Que esto que hago es salirse de las leyes del teatro, como me dijo el autor? ¡Tanto mejor! Si estas leyes son como las otras que andan por el mundo –que deben serlo-, ¡tanto mejor!”.

Camino leal rompe las reglas del teatro con la intención de romper asimismo las reglas que imponen nuestra visión de la realidad. Se trata de un teatro político que no se enfrenta directamente a una realidad inmediata, sino a la ideología que la construye. Camino leal se escribe contra el fascismo que el autor observa desde una distancia física y temporal, contra una dictadura que está borrando de la Historia a hombres y mujeres como los que protagonizan su obra. Una obra que nos recuerda que perdimos la guerra ideológica, pero el hecho de que hoy podamos leerla por primera vez, acaso signifique que tenemos la ocasión de ganar alguna batalla.

Reseña de David Becerra Mayor

Publicado en el Nº 281 de la edición impresa de Mundo Obrero febrero 2015

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