martes, 2 de julio de 2013

"CALLA Y RESPIRA", DE HERNANDO CALVO OSPINA



CALLA Y RESPIRA
Hernando Calvo Ospina
El Viejo Topo
Barcelona, 2013
230 páginas
16 euros

COMO SOBREVIVÍ A MIL TORMENTAS

El destino del periodista colombiano Hernando Calvo Ospina va de mal en mejor. A sus cincuenta años ha sido inscrito en una lista negra yanqui ("No Fly List") que prohibe sobrevolar el espacio aéreo de Estados Unidos a to­dos los que figuran en ella. Su último percance le sucedió en abril del 2009, cuando se dirigía a Nicaragua por asuntos profesionales. Fue suficiente para que las autoridades norteamericanas ordenaran el desvío del avión hacia la be­lla isla de Martinica.

Pero eso es insignificante al lado de lo que vivió hace un cuarto de siglo, en 1985, apenas salido de la adolescencia. Nos lo cuenta en este libro Calla y res­pira, que habremos de leer con distanciamiento emocional, como él describe las peores situaciones que le infligieron, malos tratos, desprecios y torturas. Calvo Ospina era un estudiante en periodismo amante del ron, del baile y, de seguro, del sexo, y adepto a las ideas progresistas. Como la policía colombiana lo empuja a buscar re­fugio fuera, se le ocurre irse a Quito (Ecuador), junto con otros colombianos. Pero lo que reinaba en­tonces en Ecuador era sin duda más férreo. De carácter violento, autor intelectual de la política de re­presión del período 1984-1988, el presidente socialcristiano León Febres Cordero era considerado por las organizaciones de derechos humanos como el mandatario más represivo de la historia ecuato­riana. Estaba obsesionado en eliminar a los guerrilleros del movimiento "Alfaro Vive ¡Carajo!", y veía enemigos por doquier. Al líder de ese movimento lo mataron a garrotazos, choques eléctricos, que­maduras en los testículos, y el "submarino", técnica consistente en maniatar al reo introduciéndole de cabeza en un tanque con agua salada, orina u otro líquido, con las piernas suspendidas hacia arriba, hasta la asfixia.

Ese pudo haber sido el final de Calvo Ospina. Pero no, lo enviaron injustamente a la cárcel de Quito durante tres meses donde se encontró y se mezcló con aquel mundo de miserias, donde reinaban (y reinan) los robos y las drogas, pero también el cariño, la solidaridad. No falta un secuestrado en ese camino, pero, en especial, la preparación de una fuga donde unos travestís hacen parte esencial. Todo esto, leído tal como la cuenta, con humor, desapego y final feliz, se lee como un James Bond tropical. Dice Jean Ziegler tras su lectura: "Una historia dura e intensa, pero ¡fantástica!".

Ramón Chao

Reseña publicada en Le Monde Diplomatique nº 212 de Junio de 2013

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