jueves, 11 de octubre de 2012

LA TAPIA DEL CEMENTERIO DE GRANADA, DECLARADA "LUGAR DE MEMORIA HISTÓRICA"


"LA VERDAD DE LAS TAPIAS"

En la historia no hay justicia. Es un matadero –decía Hegel- donde ha corrido tanta sangre que no hay manera humana de ver compensado el sufrimiento, y muchas veces el martirio, de tantas víctimas masacradas. Ni siquiera se puede decir que encuentren recompensa suficiente héroes que entregaron su vida por sus pueblos. Las conmemoraciones a nadie traen de nuevo a la vida; consuelan, en todo caso, a los vivos cuando nada puede hacerse por los muertos. No obstante, los que mueren merecen recuerdo; y los que fueron injusta y vilmente asesinados son acreedores, por infinitos motivos, de nuestro reconocimiento. A falta de justicia, es de justicia expresar públicamente la deuda que tenemos con las víctimas, por la injusticia que padecieron y por nuestra imposibilidad, como comunidad, de saldarla. La justicia que no disfrutaron es la que convoca a seguir pretendiendo los logros que no vieron. Así, la memoria nutre la esperanza, la cual, como recordaba Marcuse recogiendo el legado de Benjamin, nos es dada por aquellos para los que ya, habiendo muerto, no hay lugar para la esperanza.

En días pasados ha sido posible, por fin, que en Granada se brinde, con todas las de la ley, el debido homenaje a las más de cuatro mil personas fusiladas en las tapias de su cementerio durante la guerra civil y la postguerra. Una sencilla placa recordará esos trágicos hechos en el sitio preciso que, empapado con la sangre allí arrojada, ha sido declarado lugar de memoria histórica. Un acto de reconocimiento al que la conciencia democrática no debía sustraerse se convirtió, además, en testimonio de una verdad que por décadas fue reprimida, pretendiéndose que siguiera sujeta a la corrosión del olvido. No va a ser así. La presencia de numerosos ciudadanos apoyando tal acto de pública honra, incluidos familiares con duras vivencias a flor de piel, da la razón a Adorno cuando criticaba esas prácticas que, muchas veces, andan tras de provocar “el lamentable engaño de creer que los hombres simplemente fallecen”.

Si la historia no da de sí para que haya justicia –eso sería objeto de una redención de la que la razón no puede dar cuenta-, deja, a pesar de todo, huecos por donde las biografías individuales tejen insólitos recorridos y hasta consoladores desenlaces. Bajo esa luz puede verse el de Palmira Noguera, ejemplar militante socialista con su nombre entre los que llamamos “históricos”, que pudo tener noticia, en sus últimos momentos, de que en las tapias del cementerio se colocaba esa ansiada placa de reconocimiento a las víctimas del franquismo, entre las que se contaba su padre, militante socialista fusilado en 1941. Palmira, tras vida de compromiso, emprendió el último viaje sabiendo que en esas tapias de Granada quedaba atestiguada la verdad de unos hechos que no deben ser olvidados.

José Antonio Pérez Tapias, filósofo. Universidad de Granada
(Publicado en el diario Granada Hoy el 11 de octubre de 2012)

1 comentario:

plautus dijo...

La salud democrática de nuestro país también pasa por ahí: no hay justicia sin tener presente la injusticia pasada. La injusticia causada a los muertos no prescribe con su muerte. Y hace bien Pérez Tapias en dejar para otro momento la denuncia explícita de la vergonzosa actitud de los dirigentes del PP en el ayuntamiento granadino. No se debe emponzoñar ese recuerdo tan necesario con las bajezas de una política tan canalla, por más que a ésta se le plante cara diariamente. ¡Enhorabuena a los demócratas de Granada!