lunes, 7 de noviembre de 2011

"CON MOTIVO DEL CUARTO ANIVERSARIO DE LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE"

Estatua de Lenin delante del Instituto Smolny, en San Peterburgo

90 AÑOS DEL TEXTO DE LENIN "CON MOTIVO DEL CUARTO ANIVERSARIO DE LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE" PUBLICADO EL 18 DE OCTUBRE DE 1921 EN EL Nº 234 DE PRAVDA

Se avecina el cuarto aniversario del 25 de octubre (7 de noviembre).
Cuanto más nos alejamos de esta gran jornada, tanto más claro aparece el significado de la revolución proletaria en Rusia y tanto más profundamente reflexionamos sobre la experiencia práctica, tomada en su conjunto, de nuestro trabajo.
Este significado y esta experiencia podrían exponerse brevemente en forma, claro es, que está lejos de ser completa y exacta como sigue.
La revolución en Rusia se asignó como tarea directa e inmediata un objetivo democráticoburgués: acabar con los restos de todo lo medieval, barrerlos definitivamente, limpiar a Rusia de esa barbarie, de esa vergüenza, de ese enorme freno para toda la cultura y todo el progreso en nuestro país. Y nos enorgullecemos con razón de haber hecho esa limpieza con mucha más decisión, rapidez, audacia, éxito, amplitud y profundidad, desde el punto de vista de la influencia sobre las masas del pueblo, sobre el grueso de la nación que la Gran Revolución Francesa hace más de ciento veinticinco años.
Tanto los anarquistas como los demócratas pequeñoburgueses (es decir, los mencheviques y los eseristas como representantes rusos de ese tipo social internacional) han dicho y dicen una increíble cantidad de cosas confusas sobre la relación existente entre la revolución democráticoburguesa y la socialista (es decir, proletaria). Los cuatro años últimos han confirmado plenamente la exactitud de nuestra concepción del marxismo en este punto, de nuestro modo de aprovechar la experiencia de las revoluciones anteriores. Hemos llevado la revolución democráticoburguesa a su término, como nadie. Con plena conciencia, de manera firme e inflexible seguimos adelante, hacia la revolución socialista, sabiendo que no está separada de la revolución democráticoburguesa por una muralla china, sabiendo que sólo la lucha decidirá en qué grado conseguiremos (en fin de cuentas) avanzar, qué parte de nuestra tarea inconmensurablemente elevada llevaremos a cabo, qué parte de nuestras victorias consolidaremos. El tiempo lo dirá. Mas ya ahora vemos que se han dado pasos gigantescos teniendo en cuenta que se trata de un país arruinado, atormentado y atrasadoen la transformación socialista de la sociedad.
Pero acabemos con lo que se refiere al contenido democráticoburgués de nuestra revolución. Los marxistas deben comprender lo que esto significa. Para explicarlo tomemos unos cuantos ejemplos elocuentes.
El contenido democráticoburgués de la revolución quiere decir limpiar las relaciones sociales (el orden de cosas, las instituciones) de un país de todo lo medieval, de los elementos de servidumbre, del feudalismo.
¿Cuáles eran las principales manifestaciones, supervivencias y vestigios del régimen de la servidumbre en Rusia en 1917? La monarquía, la división en estamentos, las formas de propiedad y de usufructo de la tierra, la situación de la mujer, la religión, la opresión de las nacionalidades. Tomad cualquiera de estos "establos de Augías" que, dicho sea de paso, todos los Estados avanzados han dejado en gran parte sin terminar de limpiar al realizar sus revoluciones democráticoburguesas hace 125, 250 o más años (en 1649 en Inglaterra), tomad cualquiera de estos establos de Augías y veréis que los hemos limpiado a fondo. En unas diez semanas, desde el 25 de octubre (7 de noviembre) de 1917 hasta la disolución de la Constituyente (5 de enero de 1918), hicimos en este terreno mil veces más que los demócratas burgueses y liberales (demócratas constitucionalistas) y los demócratas pequeñoburgueses (mencheviques y eseristas), durante los ocho meses que estuvieron en el poder.
¡Estos cobardes, charlatanes, Narcisos enamorados de sí mismos y pequeños Hamlet blandían una espada de cartón y ni siquiera destruyeron la monarquía! Nosotros hemos arrojado fuera toda la basura monárquica, como nadie, como nunca. No hemos dejado piedra sobre piedra, ladrillo sobre ladrillo en el edificio secular de la división de estamentos (¡los países más adelantados, como Inglaterra, Francia y Alemania, no se han desembarazado todavía de los vestigios de esta división!) Hemos arrancado definitivamente las raíces más hondas de los estamentos: los restos del feudalismo y de la servidumbre en la propiedad de la tierra. "Puede discutirse" (en el extranjero hay bastantes literatos, demócratas constitucionalistas, mencheviques y eseristas para dedicarse a esas discusiones) lo que resultará "al fin y al cabo" de las transformaciones agrarias de la Gran Revolución de Octubre. No somos partidarios de perder ahora el tiempo en esas discusiones, porque resolvemos luchando esa disputa y todas las que de ella se derivan. Pero lo que no se puede discutir es que los demócratas pequeñoburgueses estuvieron ocho meses "entendiéndose" con los terratenientes quienes conservaban las tradiciones de la servidumbre, mientras que nosotros, en unas cuantas semanas, hemos barrido por completo de la faz de la tierra rusa a esos terratenientes y todas sus tradiciones.
Tomad la religión, o la falta de derechos de la mujer, o la opresión y la desigualdad de derechos de las nacionalidades no rusas. Todos ésos son problemas de la revolución democráticoburguesa. Los entes vulgares de la democracia pequeñoburguesa se pasaron ocho meses hablando de ello; ni uno de los países más avanzados del mundo ha resuelto hasta el fin estos problemas en sentido democráticoburgués. En nuestro país, la legislación de la Revolución de Octubre los ha resuelto hasta el fin. Hemos luchado y luchamos de verdad contra la religión. Hemos dado a todas las nacionalidades no rusas sus propias repúblicas o regiones autónomas. En Rusia no existe nada tan vil, infame y canallesco como la falta de derechos o la desigualdad jurídica de la mujer, supervivencia indignante de la servidumbre y de la Edad Media, que la burguesía egoísta y la pequeña burguesía obtusa y asustada retocan en todos los países del globo, sin excepción alguna.
Todo esto es contenido de la revolución democráticoburguesa. Hace 150 y 250 años, los dirigentes más avanzados de esta revolución (de estas revoluciones, si hablamos de cada variedad nacional de un solo tipo común) prometieron a los pueblos liberar a la humanidad de los privilegios medievales, de la inferioridad de la mujer, de las ventajas concedidas por el Estado a una u otra religión (o a la "idea de religión", a la "religiosidad" en general), de la desigualdad de derechos de las nacionalidades. Lo prometieron y no lo cumplieron. Y no podían cumplirlo, porque lo impedía el "respeto"… a la "sacrosanta propiedad privada". En nuestra revolución proletaria no ha habido este maldito “respeto" a tres veces maldita Edad Media y a esa "sacrosanta propiedad privada".
Mas a. fin de consolidar para los pueblos de Rusia las conquistas de la revolución democráticoburguesa, nosotros debíamos ir más lejos y así lo hicimos. Resolvimos los problemas de la revolución democráticoburguesa sobre la marcha, de paso, como "producto accesorio" de nuestra labor principal y verdadera, de nuestra labor revolucionaria proletaria, socialista. Hemos dicho siempre que las reformas son un producto accesorio de la lucha revolucionaría de clases. Las reformas democráticoburguesas lo hemos dicho y lo hemos demostrado con hechosson un producto accesorio de la revolución proletaria, es decir, socialista. Digamos de paso que todos los Kautsky, los Hílferdíng, los Mártov, los Chernov, los Hillquiet, los Longuet, los MacDonald, los Turati y demás héroes del marxismo "II y medio" no han sabido comprender esta correlación entre la revolución democráticoburguesa y la revolución proletaria socialista. La primera se transforma en la segunda. La segunda resuelve de paso los problemas de la primera. La segunda consolida la obra de la primera. La lucha, y solamente la lucha, determina hasta qué punto la segunda logra rebasar a la primera.
El régimen soviético es precisamente una de las confirmaciones o manifestaciones evidentes de esta transformación de una revolución en otra. El régimen soviético es el máximo de democracia para los obreros y los campesinos y, a la vez, significa la ruptura con la democracia burguesa y el surgimiento de un nuevo tipo de democracia, de alcance históricouniversal: la democracia proletaria o dictadura del proletariado.
No importa que los perros y los cerdos de la moribunda burguesía y de la democracia pequeñoburguesa que se arrastra tras ella nos cubran de injurias, maldiciones y burlas a montones por los desaciertos y los errores que hemos cometido al construir nuestro régimen soviético. Ni por un momento olvidamos que, en efecto, hemos tenido y tenemos aún muchos desaciertos y errores. ¡Y cómo no íbamos a tenerlos en una obra tan nueva, nueva para toda la historia mundial, como es la de crear un tipo de régimen estatal sin precedente! Lucharemos sin descanso para corregir nuestros desaciertos y nuestros errores, para mejorar la forma en que aplicamos los principios soviéticos, que dista aún mucho, muchísimo, de ser perfecta. Pero tenemos derecho a enorgullecernos y nos enorgullecemos de que nos haya correspondido la felicidad de iniciar la construcción del Estado soviético, de iniciar así una nueva época de la historia universal, la época de la dominación de una clase nueva, oprimida en todos los países capitalistas y que avanza por doquier hacia una vida nueva, hacia la victoria sobre la burguesía, hacia la dictadura del proletariado, hacia la liberación de la humanidad del yugo del capital y de las guerras imperialistas.
La cuestión de las guerras imperialistas, de la política internacional del capital financiero, política que domina hoy en todo el mundo y que engendra inevitablemente nuevas guerras imperialistas, que acentúa inevitablemente y de modo inaudito la opresión nacional, el pillaje, la expoliación, el estrangulamiento de pequeñas nacionalidades, débiles y atrasadas, por un puñado de potencias "avanzadas", es una cuestión que se ha convertido desde 1914 en piedra angular de la política de todos los países. Es una cuestión de vida o muerte para decenas de millones de hombres. Se trata de saber si en la próxima guerra imperialista, que prepara la burguesía ante nuestros ojos, que va surgiendo del capitalismo ante nuestros ojos, morirán veinte millones de hombres (en lugar de los diez millones que perecieron en la guerra de 19141918 y en las "pequeñas", aún no terminadas, que vinieron a completarla); se trata de saber si en esa futura guerra inevitable (si se mantiene el capitalismo) quedarán mutilados 60 millones (en lugar de los 30 millones de mutilados de 19141918). Nuestra Revolución de Octubre ha iniciado también en este punto una nueva época en la historia universal. Los lacayos de la burguesía y su coro de eseristas y mencheviques, toda la democracia pequeñoburguesa del mundo entero, que se dice "socialista", se burlaban de la consigna de "transformación de la guerra imperialista en guerra civil". Pero esta consigna ha resultado ser la única verdad: desagradable, brutal, desnuda y cruel, desde luego, más verdad entre las tinieblas de los más sutiles engaños chovinistas y pacifistas. Estos engaños se van desvaneciendo. Se ha puesto al desnudo la esencia de la paz de BrestLitovsk. Cada nuevo día muestra con mayor claridad y de modo más despiadado la significación y las consecuencias de una paz todavía peor que la de BrestLitovsk: la de Versalles. Y ante millones y millones de hombres que reflexionan sobre las causas de la guerra de ayer y de la que se avecina para mañana se alza con mayor claridad, precisión y carácter ineludible cada vez la rigurosa verdad: es imposible salir de la guerra imperialista y del "mir" imperialista que la engendra inevitablemente (si tuviéramos la antigua ortografía, yo emplearía la palabra "mir" en sus dos acepciones*), es imposible salir de ese infierno si no es por una lucha bolchevique y por una revolución bolchevique.
No importa que lancen contra esta revolución furiosas injurias la burguesía y los pacifistas, los generales y los pequeños burgueses, los capitalistas y los filisteos, todos los cristianos creyentes y todos los caballeros de la II Internacional y de la Internacional II y media. Con torrentes de rabia, de calumnias y de mentiras no podrán enturbiar el hecho histórico universal de que, por primera vez después de siglos y milenios, los esclavos han respondido a la guerra entre esclavistas proclamando abiertamente esta consigna: transformemos esa guerra entre esclavistas por el reparto del botín en una guerra de los esclavos de todas las naciones contra los esclavistas de todas las naciones.
Por primera vez después de siglos y milenios, esta consigna ha dejado de ser una espera vaga e impotente para convertirse en un programa político claro y preciso, en una lucha efectiva de millones de oprimidos dirigida por el proletariado; se ha convertido en la primera victoria del proletariado, en el primer triunfo en la obra de suprimir las guerras, en un triunfo de la alianza de los obreros de todos los países sobre la alianza de la burguesía de las distintas naciones, de la burguesía que hace unas veces la paz y otras la guerra a costa de los esclavos del capital, a costa de los obreros asalariados, a costa de los campesinos, a costa de los trabajadores.
Esta primera victoria no es aún la victoria definitiva, y nuestra, Revolución de Octubre la ha conseguido con inauditos dolores y dificultades, con espantosos sufrimientos, con una serie de graves desaciertos y errores por nuestra parte. ¡Bueno fuera que un pueblo atrasado hubiera conseguido triunfar sin desaciertos y sin errores sobre las guerras imperialistas de los países más poderosos y avanzados del globo! No tememos reconocer nuestros errores y los examinaremos serenamente para aprender a corregirlos. Pero los hechos siguen siendo hechos: por primera vez después de siglos y milenios, la promesa de "responder" a la guerra entre esclavistas con la revolución de los esclavos contra todo género de esclavistas se ha cumplido hasta el fin… y se cumple, a pesar de todas .las dificultades.
Nosotros hemos empezado la obra. Poco importa saber cuándo, en qué plazo y los proletarios de qué nación culminarán esta obra. Lo esencial es que se ha roto el hielo, que se ha abierto camino, que se ha indicado la dirección a seguir.
¡Continuad vuestra hipocresía, señores capitalistas de todos los países, que "defendéis la patria" japonesa contra la norteamericana, la norteamericana contra la japonesa, la francesa frente a la inglesa y así sucesivamente! ¡Continuad "desentendiéndoos" de la cuestión de los medios de lucha contra las guerras imperialistas con nuevos "manifiestos de Basilea" (como el Manifiesto de Basilea de 1912), señores paladines de la II Internacional y de la Internacional II y media y filisteos y pequeños burgueses pacifistas del mundo entero! La primera revolución bolchevique ha arrancado de la guerra imperialista, del mundo y de la paz imperialistas, el primer centenar de millones de hombres de la Tierra. Las siguientes arrancarán de esas guerras, de ese mundo y de esa paz a toda la humanidad.
Lo último lo más importante, lo más difícil y lo que menos tenemos hecho es la construcción económica, la colocación de los cimientos económicos del edificio nuevo, socialista, que ha de ocupar el lugar del destruido edificio feudal y del semidestruido edificio capitalista. En esta labor, la más importante y más difícil, es donde hemos tenido más desaciertos y errores. ¡Y cómo podía empezarse sin desaciertos ni errores una obra tan nueva para número de nuestros errores y aprendemos a proseguir sin ellos la construcción del edificio socialista en un país de pequeños campesinos.
Las dificultades son inmensas. Estamos acostumbrados a luchar contra las dificultades inmensas. Por algo han dicho nuestros enemigos que somos "firmes como la roca" y que representamos una política que "hace crujir los huesos". Pero hemos aprendido también, al menos hasta cierto punto, otro arte imprescindible en la revolución: la flexibilidad, el saber cambiar de táctica con rapidez y decisión, partiendo de los cambios operados en las condiciones objetivas y eligiendo otro camino para nuestros fines si el que seguíamos antes no resulta conveniente o posible en un período determinado.
Llevados de una ola de entusiasmo, después de despertar en el pueblo un entusiasmo al principio político general y luego militar, calculábamos realizar directamente, sirviéndonos de ese entusiasmo, tareas económicas de la misma magnitud que las tareas políticas generales y las militares. Calculábamos o quizá sea mejor decir: suponíamos, sin haber calculado suficientemente que con órdenes directas del Estado proletario podríamos organizar al modo comunista, en un país de pequeños campesinos, la producción estatal y la distribución estatal de lo producido. La vida nos ha hecho ver nuestro error. Han sido necesarias diversas etapas transitorias el capitalismo de Estado y el socialismo para preparar el paso al comunismo con el largo trabajo de una serie de años. Esforzaos por construir al comienzo sólidos puentes que, en un país de pequeños campesinos, lleven al socialismo a través del capitalismo de Estado, no basándoos directamente en el entusiasmo, sino en el interés personal, en la ventaja personal, en la autogestión financiera, valiéndoos del entusiasmo engendrado por la gran revolución. De otro modo no os acercaréis al comunismo, no llevaréis a él a decenas y decenas de millones de hombres. Eso es lo que nos ha enseñado la vida, lo que nos ha enseñado el desarrollo objetivo de la revolución.
Y nosotros, que en tres o cuatro años hemos aprendido algo en el terreno de los virajes bruscos (cuando hace falta un viraje brusco), nos hemos puesto a estudiar un nuevo viraje, la "nueva política económica", con empeño, atención e insistencia (aunque no todavía con suficiente empeño; suficiente atención ni suficiente insistencia). El Estado proletario tiene que ser un "patrono" prudente, celoso y hábil, un buen comerciante al por mayor; de lo contrario, no podrá levantar económicamente un país de pequeños campesinos. Ahora, en las condiciones actuales, con un Occidente capitalista (todavía capitalista), no hay otro modo de pasar al comunismo. El comerciante al por mayor parece un tipo económico tan apartado del comunismo como el cielo de la tierra. Pero esta contradicción es, precisamente, una de las que en la vida real conducen de la pequeña hacienda campesina al socialismo, a través del capitalismo de Estado. El interés personal eleva la producción, y nosotros necesitamos, ante todo y a toda costa, que aumente la producción. El comercio al por mayor agrupa desde el punto de vista económico a millones de pequeños campesinos, interesándolos, ligándolos, conduciéndolos a la etapa siguiente: a diversas formas de relación y unión en la producción misma. Hemos iniciado la necesaria transformación de nuestra política económica. En este terreno contamos ya con algunos éxitos, es cierto que poco considerables, parciales, pero indudables. Estamos terminando, en este terreno de la nueva "ciencia", el curso preparatorio. Si estudiamos con firmeza y perseverancia, si contrastamos con la experiencia práctica cada uno de nuestros pasos, si no tememos rehacer más de una vez lo empezado ni a corregir nuestros errores, reflexionando detenidamente sobre lo que éstos significan, pasaremos también a los cursos siguientes. Haremos toda la "carrera", aunque las circunstancias de la economía y de la política mundiales la hayan hecho mucho más larga y difícil de lo que hubiéramos deseado. Cueste lo que cueste, por muy penosos que sean los sufrimientos de la época de transición, las calamidades, el hambre, la ruina, no decaerá nuestro espíritu y llevaremos nuestra obra hasta el fin victorioso.

14 de octubre de 1921.

Fuente: V. I. Lenin. Obras, 5a ed, en ruso, t. 44, págs. 144152.

* La palabra "mír" tiene en ruso dos significados: "mundo" y "paz". Según la antigua ortografía rusa, la palabra "mir" se escribía de forma distinta en consonancia con el significado que tenía en la frase. (N. de la Edit.)

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