martes, 1 de septiembre de 2009

70 ANIVERSARIO DEL INICIO DE LA II GUERRA MUNDIAL CON LA INVASIÓN NAZI DE POLONIA

Monumento a los soldados polacos y antifascistas alemanes en Berlín, erigido en la época de la RDA

SELECCIÓN DE ARTÍCULOS DEL ESCRITOR SOVIÉTICO ILYA EHRENBURG SOBRE LA GUERRA PUBLICADOS EN EL PERIDÓDICO ESTRELLA ROJA DE MOSCÚ

EL BASILISCO

Nuestros aviones llevan regalos a los alemanes. Algunas veces los aviones no lanzan bombas sino hojas volantes.

En ellas decimos al pueblo alemán: Mira lo que eras y en lo que te has convertido. Eras el pueblo de Kant y de Goethe; de Marx y de Heine. Te has convertido en soldado del truhán Goebbels del bandido Goering y del chulo Horst Wessel. Eras un trabajador perseverante y filosófico. Te has convertido en un nómada, un asesino. Antes de la aparición de Hitler construías hospitales y escuelas, fábricas y museos. A las órdenes de Hitler destruíste Rótterdam y Varsovia, Orleáns y Belgrado.

A ti te mienten y tu mientes´, repites los embustes de tus amos. Te dan una jalea pegajosa de serrín y te dicen que es miel. Arrugas la cara pero comes. Te permiten la cópula como a un toro de raza y te dicen que eso es amor. Trabajas y mueres en aras de los magnates del Ruhr y de los terratenientes prusianos, en aras de una banda de rapaces. Te aseguran que esto es “socialismo”. Resoplas de contento repitiendo en todas las encrucijadas de Europa: “Soy nacional-socialista”.
Pregunta a los señores Voegler y Krupp, cuánto han ganado con la guerra. Desde el comienzo de ésta, el trust “I G Farbenindustrie” ha aumentado la emisión de acciones en 43 millones y el trust “AEG” ha elevado su capital en cuarenta millones. Cada uno de los dos millones de alemanes muertos o mutilados ha aportado a los accionistas de los trust una ganancia líquida de veinte marcos. Pregunta a Goering cuánto ha ganado con el dolor del pueblo. No responderá. Pero el inspector del Ministerio de Hacienda de Brasil contestará por él: Goering tiene depositados en el Banco de Brasil 1.250.000 dolares. Piensas que combatiste en Francia para liberar a los Alsacianos. No. Lo has hecho porque el sindicato Roschling necesitaba las fábricas y las minas de Francia. Piensas que te apoderaste de Checoeslovaquia para salvar a los alemanes de los sujetes. No. El Banco Alemán y el de Dresde querían adueñarse de los bancos de Checoeslovaquia.

En Alemania muchos niños mueren de hambre todos los días. Las cortezas de las patatas se han convertido en el alimento principal. Las obreras sueñan con panecillos blancos con mantequilla. Pero día tras día los magnates que forman el grupo Krupp, transfieren al Brasil y a la Argentina los millones robados. Los Krupp y los Voegler viven opíparamente. Goering gasta en su jauría de caza centenares de miles de marcos. Sus perros comen mejor que los obreros alemanes. ¿ y a eso lo llamas tú “socialismo”?

¡Necio! No haces más que repetir las mentiras de otros. Erais un pueblo dialéctico y te han convertido en un soldado papagayo.

Los terratenientes alemanes son dueños de enormes propiedades rurales. Miles de jornaleros trabajan para ellos. El Mariscal von Brauchitsch se denomina modestamente “colono”. Pues bien, este “colono” posee tres mil hectáreas de tierra de cultivo. Sus jornaleros comen un rancho inmundo y duermen en barracas frías. Este es el “socialismo” de Hitler.

Los capitalistas alemanes quieren apoderarse del petróleo de Bakú, del trigo de Ucranía, de nuestro manganeso, de nuestro acero, de nuestros bosques. Y a esto lo llaman “cruzada”. A la svástica, parecida a una araña, la llaman cruz. A la invasión bandidesca “cruzada”. Mienten ellos y también a ti te han enseñado a mentir. Necesitan el petróleo de Bakú. Tus oficiales ansían recibir cada uno 100 hectáreas de nuestra fértil tierra, o bien el puesto de “gauleiter” (funcionario fascista) en Rusia: van a la guerra para saquear. Tu también viniste con un saco al hombro para llevarte el botín.

Causa vergüenza leer las cartas de las mujeres alemanas. Todas piden a sus maridos que les manden abrigos de piel, medias o tocino ucraniano. Se han hecho cómplices del desenfrenado saqueo. Y después de todo esto te atreves a hablar de la caballerosidad de la Alemania Hitleriana. ¡Mejor harías en callar!

¿Hablas del nuevo órden en Europa? Pregunta que piensan de ti los franceses, polacos, noruegos y serbios. Te odian en todas partes. Te has vuelto el terror de los pueblos. Hablas de cultura pero has sumido en las tinieblas a tu país. Has restablecido los suplicios medievales. Eres el portador del látigo y de la horca para los pueblos.

No quieres saber quien eres pero debes saberlo. Debes saber que oyes mentiras, dices mentiras, te nutres de mentiras y respiras mentiras. Cuenta cuántos de tus conocidos han muerto ya en Rusia. Ahora todavía puedes contarlos. Después no podrás más que a los que han quedado ¿Quíenes son los autores de las fosas comunes en los campos de Bielorrusia y Ucrania? Tus amos.

Mira en torno tuyo y no verás más que ruinas. ¿Qué ha quedado de Colonia, Hamburgo y Dusseldorf? ¿Qué aspecto tiene la calle principal de Berlín Unter der linden? Si no has aprendido a escuchar el lenguaje humano, escucha el de las bombas. ¿Porqué destruyen las ciudades alemanas? Porque Hitler es la guerra: porque Hitler mandó a sus pilotos a bombardear Londres, Coventry , Moscú y Leningrado. Te pagan con la misma moneda, te pagan con la sangre derramada. Hasta ahora no has recibido más que un adelanto pero ya las cobraras todas juntas…
Esto es lo que le dicen a los soldados alemanes nuestras hojas volantes.

En la antigüedad, la gente creía en la existencia del basilisco, un reptil mitológico. Según la descripción de Plinio, era terrible. Cuando miraba la hierba, esta se secaba: cuando penetraba en el bosque, morían las aves. La mirada del basilisco mataba. Pero Plinio decía que había un remedio contra el basilisco, y ese remedio consistía en llevarle frente a un espejo. El reptil no podría resistir su propia mirada y moriría.

El fascismo es como el basilisco. Mata, mas no quiere mirarse a sí mismo. Alemania teme el espejo: lo cubre con los harapos de circo de feria. Prefiere los retratos de antepasados ajenos. Pero la obligaremos a acercarse al espejo. Obligaremos a los fascistas alemanes a mirarse a sí mismos. Entonces reventarán como el basilisco.

¡Lanzad vuestras bombas camaradas pilotos! Tirad tambien hojas volantes… Los hitlerianos no escaparán a las bombas. Tampoco podrán escapar del espejo.

15 de julio de 1941

NO SON PALABRAS LO QUE SE PRECISA SINO BALAS

En un combate cerca de Porjov, los soldados soviéticos hicieron prisioneros a dos soldados alemanes. En poder de uno de ellos se encontró la documentación soviética número 686.903, extendida a nombre de Yekaterina Mijáilova, nacida en 1923, en Bolshói Plejov, zona de Málaia Vishera, en la región de Leningrado, de profesión partera. El documento estaba manchado de sangre.

Los soldados le preguntaron cómo había conseguido esta documentación de una ciudadana soviética. El alemán calló. Después murmuró: lo recogí en la carretera. Entonces, el segundo prisionero relató la historia de la Mijáilova
Con las siguientes palabras:

“Estábamos en la aldea Bolshóie Pankaratovo. Era el lunes 21 de julio a las 4 de la madrugada. Mi compañero se dirigió a la aldea, penetró en todas las casas, se apoderó del dinero y los objetos de valor de los campesinos, amenazándolos con fusilarlos a todos. Después llegamos a una casa próxima a un hospital. Se encontraban en ella un médico y una joven. Este, y señalaba a su compañero, dijo a la joven “Acompáñeme a la comandancia, tengo que verificar sus documentos”
“Yo vi como la joven escondía su documentación en el pecho. La condujo al jardín cercano al hospital y allí la violó. Después la jóven se lanzó al campo gritando. Se veía que había perdido la razón. La persiguió hasta alcanzarla. Pasados unos instantes volvió a mi lado, enseñándome la documentación ensangrentada”.

La fiera que violó y asesinó a Mijáilova, el soldado de la sección de asalto, confirmó la declaración de su compañero.

He aquí la historia de Yekaterina Mijáilova, joven rusa de 18 años.

Contemplo la fotografía y se me nubla la vista de odio; veo cómo el vil salvaje, uno de los muchos engendros de Adolfo Hitler arrastra a la muchacha a la muerte.

Seres terribles deshonraron y mataron a nuestra hija, a nuestra hermana. Hay sentimientos para los cuales no existen palabras. Y además no son palabras lo que se precisa aquí sino balas.

¡Vengad a Mijáilova! ¡Vengáos por todo!

14 de agosto de 1941

DESILUSIÓN DE UN MERCENARIO

El teniente Jorge Mercader era un fascista probado, fiel acólito de los verdugos de Berlín. En su tierra Jorge asesinó a no pocos españoles. Quiso ensanchar su campo de acción. Los alemanes le dijeron que en Rusia se podía asesinar confortablemente y saquear con comodidad. El ingenuo Mercader lo creyó, y eso fue lo que le trajo desde la lejana España hasta nuestro país, al sector de Voljov.

A fines de noviembre jorge se siente todavía muy animado. Se dedica a merendar y a fumar. En su diario hace constar con satisfacción cómo sus soldados descargan sus rifles contra los rusos. El capitán Alba ha elogiado al teniente Jorge, y éste se encuentra en el séptimo cielo. Pero el 7 de diciembre, el estado de ánimo de Jorge cambia bruscamente. Escribe en su diario:
“la situación es terrible…Por la noche recibimos órdenes del Coronel Esparza de dejar las posiciones. A las nueve en punto comienza la retirada; abandonamos todo el material…”
Maravillosa transformación: antes todo era estupendo y ahora “la situación se hace terrible”. Los rusos inesperadamente atacaron a los fascistas; como es natural, el teniente Jorge no esperaba tal afrenta. El valiente Jorge abandonó el mortero y huyó con toda felicidad. Por eso ahora se encuentra un poco más tranquilo:
“La retirada se está efectuando con éxito, aunque me da pena mirar a los pocos soldados supervivientes, apenas son capaces de arrastrar los pies. La gente está desnuda, cansada, se muere de hambre y frío. Estoy al mando de los restos de la primera y tercera secciones – 50 hombres en total- ; no son soldados, son despojos sin fuerzas, sin víveres ni municiones, sin moral. Para cinco ametralladoras sólo tenemos ocho cintas”.

Lo que más pena le da al teniente es su propia situación. ¿Qué decir de los soldados si el mismo orgulloso Jorge está hecho un piojoso?
“Hace un mes que no nos lavamos. Llevo los calcetines rotos, los calzoncillos destrozados, y estoy lleno de piojos”.
El cuadro es conocido: el piojo es un insecto irrespetuoso, lo mismo pica al Barón prusiano que al hidalgo español.

El 22 de diciembre Jorge está radiante de júbilo: al pobre imbécil le prometieron enviarle a casa a mediados de enero. Y anota en su diario “Esta noticia me ha animado de tal manera que hasta me he puesto a cantar”.
Pero “demasiado pronto canta el pajarillo”: después de la agradable notificación, comenzó un desagradable bombardeo. Jorge tiembla de miedo. Y, para colmo de males, por primera vez le invade la duda sobre la invencibilidad de sus amos de Berlín.

“Un oficial alemán de zapadores me ha dicho que han relevado a Brauchitsch de su cargo y que ahora es Hitler en persona quien dirige las operaciones.. Esto es un mal síntoma”.
Pasan unos días más y Jorge anota en su diario algo completamente inusitado: “El estado de ánimo de nuestra división es ahora del todo adverso a los alemanes”.

En vano se esforzaron los hitlerianos en traer a los españoles a pelear contra los rusos, ahora resulta que los españoles sólo sueñan en volver las armas contra los propios alemanes”.
Mientras los falangistas españoles disputan con los alemanes, los rusos prosiguen con su ofensiva. Jorge ve como huyen los alemanes y luego con la conciencia tranquila, huye también. Después de tomar aliento, saca su diario y anota:

“En la actualidad la división española es un verdadero caos. Sus unidades están deshechas. No tiene espíritu combativo ni municiones. Falta la confianza en los mandos. Los jefes son una perfecta nulidad. Tenía razón nuestro general Queipo de Llano, al escribir a uno de mis soldados: “He perdido la fe en España y en sus dirigentes: La División Azul llegó llegó aquí para cubrir de gloria a España pero ha resultado lo contrario: todo el mundo es testigo de nuestra deshonra. Me averguenzo, aunque me consuela la idea de que no todos los españoles son tan brutos…”

El teniente Jorge no se consuela únicamente con las ideas: el 23 de diciembre “requisa unas gallinas y consigue coñac”. Considera que una cosa es la vergüenza y otra beberse unas copitas con motivo de la fiesta.

Por fin el 26 de diciembre le anuncian “A las cuatro de la tarde seréis relevados y luego la división volverá a España…”
Jorge está contento de nuevo. Se olvida del espíritu combativo, de la Gloria, de la Falange, y de la requisa de gallinas. Quiere volver a casa; quiere estar lejos de los obuses rusos. Pero en este momento, precisamente se interpone el destino tres veces justiciero. El teniente Jorge Mercader, que vino a nuestro país para matar y saquear, fue muerto el 27 de diciembre en las proximidades del sovjos “Krasny Udárnik” (“Obrero de choque rojo”).

Nosotros sabemos que “no todos los españoles son tan brutos” como este Jorge. Jamás consideraremos a los oficiales de la División azul como representantes del noble pueblo español. Los alemanes trajeron aquí la hez de España. Pero incluso esta escoria se levanta contra sus amos. Incluso la División azul, sueña con ajustar cuentas a la horda alemana.

Mientras los alemanes triunfaban, los soldados de la División azul los odiaban y temían. Ahora les siguen odiando pero ya no les temen. Acaso mañana echarán sus cuentas y encontrarán el mejor modo de aprovechar las ocho cintas y las cinco ametralladoras.

“¡ Duro con los alemanes!” Esta frase la comprenden hoy cuarenta pueblos de Europa. Todos estarán de acuerdo con ella. Y todos los pueblos glorificarán al pueblo que no sólo fue el primero en decir “¡Duro con los alemanes!”, sino que empezó a golpearlos y lo hace a conciencia.

05 de enero de 1942

LA SEGUNDA GUERRA

Tengo ante mí una carta hallada en el Estado Mayor de un batallón alemán:

“Muy estimado señor Comandante:
Con motivo de la desgracia acaecida a mi querido hijo, me veo en la necesidad de dirigirme a Ud., rogándole me comunique cómo pudo morir heroicamente mi hijo en Polonia, si la guerra hace mucho que ha terminado en ese país. El estuvo allí nueve meses y jamás le ocurrió nada. Espero que mi hijo haya sido enterrado correctamente y que su tumba no esté cubierta de malezas.
Ruégole me remita las pertenencias de mi hijo.
Con el saludo alemán”
Frieda Bedel.
Ratisbona, Winterbeg 83

De modo que la ingenua vecina de Ratisbona pensaba que la guerra había terminado. Pensaba que ahora en Polonia reina una paz octaviana, que los alemanes ahorcan a los polacos y celebran el hecho con embutidos de Cracovia. Pero he aquí que su hijo murió inesperadamente: seguramente de un tiro disparado por algún polaco. Y en Ratisbona, el dolor arrancó lágrimas de unos ojos petrificados. Frieda Bedel no lloraba cuando los alemanes asesinaban a decenas de miles de polacos, cuando se mofaban de las mujeres polacas, cuando torturaban a los niños polacos. Ahora llora. Y con ella lloran otras muchas mujeres alemanas. Lloren señoras: la guerra en Polonia no ha terminado. La guerra en Polonia comienza: la segunda guerra, la del pueblo. En los bosques de Polonia están los vengadores. En las ciudades polacas el odio carga las pistolas.

Tampoco terminó la guerra en Francia. En los últimos días, tres oficiales alemanes pagaron con su sangre en las estrechas calles del viejo París, la deshonra de Compiegne. No son los primeros ni los últimos. Los franceses salen de caza todos los días: rematan a los violadores. Hará falta mucha sangre alemana para lavar la tierra francesa. Se acerca el día en que surgirán a la superficie de los ríos las ametralladoras allí ocultas. Entonces los franceses empezarán a exterminar a los alemanes no al menudeo sino al por mayor. Recordemos las palabras de “La Marsellesa”, “Qu’un sang impur abreuve nos sillons” (Que la sangre impura riegue los surcos de nuestra tierra). Señora Muller: ¿Su hijo bebe aún champagne en las tabernas de París? Prepare el luto señora: pronto le avisarán que “murió heroicamente”. Usted está prevenida y no tendrá que molestar al “Muy estimado señor comandante”. La guerra en Francia no ha terminado.

Tampoco terminó la guerra en Noruega. En las obscuras noches de invierno, los intrépidos pescadores de las islas Lofoten exterminan a los alemanes. No hace mucho en la pequeña ciudad de Svolver “desaparecieron” cuatro alemanes. El mar devolvió sólo un cadáver. Frau Schurke ¿Su primogénito bebe todavía aguardiente en Oslo? Prepare una buena cantidad de pañuelos y no sueñe con una tumba adornada con flores.

Los alemanes saben martirizar a la gente y la gente odia incluso a los alemanes ya muertos. Ni siquiera los entierran. Por lo que respecta a Noruega, allí el mar está al alcance de la mano, no hay para qué cansar los brazos.

En Grecia tampoco terminó la guerra. En el Pireo, los griegos hicieron volar un depósito de combustible. Perecieron dieciocho alemanes. En Dresde, las alemanas pensaron seguramente que bastaba con izar un trapo sucio sobre la Acrópolis para que Grecia quedase pacificada. No. Grecia pelea. Frau Schuller ¿su hijo predilecto está bebiendo moscatel en Atenas? No lo dude. Los alemanes lo enterrarán con todos los honores. Pero la mujer griega, cuyos hijos fueron muertos por los alemanes, escupirá sobre la tumba de su hijo.

¿Acaso habrán pensado las alemanas que en Yugoeslavia terminó la guerra? Tal vez al conocer que Belgrado fue arrasado por el fuego, pensarían: ¡Ojalá manden a mi hijo a Yugoeslavia! Pero en Yugoeslavia prosigue la gran guerra. Los patriotas han liberado ya una cuarta parte del país, expulsando de allí a los invasores. Miles de alemanes cayeron a manos de los valientes guerrilleros. Frau Dankemann: usted dice jactándose ante sus vecinas: “Mi hijo no está en Rusia. No, gracias a Dios está en Yugoeslavia y allí la guerra hace mucho que ha terminado”. Pensáis que está bebiendo el buen vino de Dalmacia. Pero él yace con la boca abierta en un oscuro paso de montaña. Sus bolsillos están llenos de encajes de Bruselas y de tocino serbio. Pero nadie enviará a usted estos “trofeos”. Llore señora. Llore amargamente.

En los países invadidos por Hitler la guerra no ha terminado. Esta sigue. Y terminará únicamente cuando el último violador caiga bañado en sangre. Guerra de todo un continente. Guerra desde un océano hasta otro océano. Un solo frente desde el Golfo de Vizcaya hasta el Océano Glacial Ártico. Desde el Mar de Azov hasta el Atlántico.

La guerra no terminó ni en Minsk ni en Zhitomir, ni en Pskov. Los alemanes querían luchar en un solo frente y se ven forzados a hacerlo en miles de frentes. Cada casa se transforma en una fortaleza: la cabaña del pescador de Bretaña y la isba ucraniana. Cada árbol es una emboscada, el olivo de Grecia y el pino de Laponia. ¡ Llorad más fuerte mujeres alemanas! No volveréis a ver más a vuestros hijos. No encontraréis sus adoradas tumbas. Preguntad a Hitler qué hizo con vuestros hijos. Ha desparramado sus huesos por toda la tierra. Vosotras balbuceáis “¿Es que la guerra no ha terminado todavía?” No señoras. Vosotros la empezasteis. Nosotros la terminaremos.

31 de octubre de 1941

VIDA Y MUERTE

El teniente Gorbach, ayudante del General Guderian resultó muerto en un combate cerca de Pogan. En el bolsillo de su guerrera se encontró una carta que no pudo cursar. Entre sus habituales fanfarronerías dice: “Dentro de diez días cerraremos el cerco en torno a Moscú en Tula”. Pero hay en su carta algunas confesiones valiosas. El teniente escribe: “Me pregunta usted qué opino de los rusos. Sólo puedo decirle que su conducta en combate es insuperable, sin hablar ya de la firmeza y de la astucia, la más destacada cualidad que poseen, es su terquedad extraordinaria. Comprobé personalmente que los rusos no se mueven ni aún bajo el fuego cerrado de la artillería. Las brechas abiertas por nuestros cañones, se cierran nuevamente con otras tropas. Esto parece inverosímil pero yo lo he observado frecuentemente con mis propios ojos. Tal es el resultado de la educación y de la concepción del mundo de los bolcheviques. La vida de los individuos por sí sola no cuenta para ellos; la desprecian”.

El teniente alemán tiene razón cuando habla del valor sin precedentes de los hombres soviéticos, de su sagrada tenacidad, a la que ellos llaman “terquedad”.

Pero no está al alcance del ayudante de Guderian comprender el alma del hombre soviético. Los combatientes soviéticos son seres vivos. Uno no se parece al otro. Cada uno defiende su juventud, su bienestar, su cariño. Pero a todos ellos les une el amor a la libertad, el cariño a su patria y el sentido de la dignidad humana.

Sabemos lo que es la verdadera vida, plena, preñada de futuro y de esperanzas. Por ello, cada combatiente está dispuesto a sacrificar la suya propia. Contra nosotros marchan los caballeros de la calavera. Y uno de estos servidores de la muerte dice que nosotros despreciamos la vida. ¡Ciego! Reconoce que vio cómo los rusos van al combate, cómo los rusos no temen al fuego enemigo, y no comprendió una cosa esencial: no es la vida lo que despreciamos, sino la muerte.

Y si fuera necesario, cada uno de nosotros aceptaría la muerte por la vida, por la felicidad de nuestros hijos, por el honor de nuestra tierra.

23 de septiembre de 1941

HITLER NUNCA SERÁ DUEÑO DE RUSIA

Nosotros no volvemos la cara ante el mapa. Vemos la Ucrania ocupada por el enemigo, vemos a los fascistas a las puertas de Leningrado, a las puertas de Moscú, en los accesos de Rostov. Estas palabras compendian un cúmulo de desdichas: centenares de pueblos devastados, millones de seres esclavizados. Los alemanes están deliberando acerca del nombre con que Ucrania será incorporada a Alemania. El piojoso Antonescu se pavonea por las calles de Odessa. ¿Cómo soportarlo? Y las bombas hieren nuestro orgullo, nuestro amor a Moscú…

Se oprimen los corazones. Los ojos relampaguean de odio. Aumenta la resistencia. Leningrado sigue sosteniéndose heroicamente. La valentía de los defensores de Moscú llena de asombro al mundo. En la retaguardia se organiza un poderoso ejército. Las fábricas evacuadas de Kiev, Harkov, Dnepropetrovsk, trabajan en las estepas entre el Volga y los Urales. Las máquinas conocieron la suerte de los evacuados. Fueron instaladas de prisa. Los obreros trabajan el locales estrechos, produciendo aviones, armas automáticas, motores. Los fascistas invadieron la cuenca del Donetz. Pero disponemos de Kusnetsk, de Karaganda. El enemigo se apoderó de Krivoi Rog, pero tenemos a Magnitogorsk y las grandes fundiciones de los Urales. Aún disponemos de mucha tierra, de muchos campos sembrados, de muchas máquinas.

Nuestros enemigos se ven obligados a reconocer la valentía del Ejército Rojo. ¿A qué obedece entonces nuestro repliegue? ¿Por qué hemos cedido a los fascistas regiones florecientes, ciudades entrañablemente queridas? Porque en uno u otro sector del frente, el enemigo disponía de superioridad numérica. Nosotros tenemos el doble de hombre que los alemanes, pero éstos poseen más motores, por tanto tienen más facilidad de maniobra.

Nosotros comenzamos a levantar fábricas hace quince años. Nuestra industria es joven. Por entonces Alemania contaba ya con una poderosa industria de guerra. Hitler construyó centenares de nuevas fábricas de armamentos. Hitler se apoderó de toda Europa. Ahora las fábricas de Francia, Checoslovaquia y Bélgica trabajan para los alemanes. Por eso disponen de un mayor número de unidades motorizadas y penetraron hasta el corazón de nuestro país.

Sin embargo, diariamente nuestros pilotos y artilleros destruyen centenares de motores y tanques alemanes. Y día tras día, a través de tres océanos, afluyen a nosotros desde América y la Gran Bretaña centenares de nuevos motores y tanques. Hitler lo sabe, por eso quiere vencer antes de la primavera. Nosotros debemos recordarlo siempre: cada ataque rechazado, cada día ganado aproxima la hora en que seremos más fuertes que los alemanes…Resistir, ese es nuestro deber.

Nuestros jóvenes estaban acostumbrados a una vida demasiado fácil. Las puertas de las escuelas se abrían ante ellos de par en par. En nuestro país no era el hombre quien buscaba el trabajo, era el trabajo el que buscaba al hombre. Y muchos de entre nosotros se habituaron al hecho de que alguien estaba pensando por ellos. Los tiempos han cambiado, ahora cada uno debe cargar con todo el peso de la responsabilidad. Estando cercado por el enemigo, en un servicio de reconocimiento, cada uno está obligado a pensar, a decidir, a obrar.

No digas nunca que alguien piensa por ti. No pienses jamás que alguien te está salvando. Te han concedido un gran honor: defender la Patria. No eres un chiquillo, eres todo un hombre. En ti deposita su confianza el país. No rehuyas la responsabilidad; no eludas la iniciativa. Dispones de otra arma: la cabeza. Los fascistas son autómatas. Tú eres un ser humano. No lo olvides ni por un instante.

El hombre ruso ama la libertad. Jamás lograrán los prusianos hacerle marcar el paso de ganso. Pero la libertad no es desorden. ¡Fue difícil acostumbrar a los moscovitas a cruzar la calle por los lugares marcados! En la guerra no hay peor cosa que el desorden. Las zanjas anti-tanques son una gran defensa pero hay zanjas más profundas: la disciplina férrea. Esta no dejará pasar al enemigo.

El enemigo nos agredió furtivamente. Aquella noche de junio fue horrible y nos costó muy cara. Debemos arrancar de cuajo la despreocupación y permanecer siempre alertas. No hay sectores tranquilos. El enemigo puede atacarnos de improviso. No hay retaguardia donde reine la paz. El enemigo puede realizar un ataque aéreo, arrojar paracaidistas, infiltrarse. Vigilancia en todos los caminos, control de todas las palabras. El enemigo cuenta con un buen servicio de espionaje. ¡Resiste y calla! El silencio es un arma. A veces equivale a un combate ganado.

Las hambrientas y codiciosas hordas fascistas intentan avanzar. Les atraen las tiendas y las casas de Moscú. Ambicionan pasar el invierno en viviendas con calefacción central. Quieren comer croquetas. Es necesario detenerles. Hay que obligarles a sentir lo que es el frío. Hay que mantenerles en los bosques rusos, comiendo embutido alemán hecho de guisantes. Este régimen será muy provechoso para ellos.

Diariamente los pilotos ingleses martillean las ciudades alemanas. Los pueblos de Europa luchan contra los violadores. Los rusos, ucranianos, bielorrusos de las regiones ocupadas por el enemigo, no deponen las armas. ¡Amigos, debemos resistir! Debemos rechazarlos. Si algún pusilánime dice: “con tal de vivir”, respóndele: “Aquí no hay elección posible. Si los alemanes vencen nos reducirán a la esclavitud y después nos exterminarán. Nos matarán de hambre, nos matarán a trabajos forzados, con sus ultrajes. Para vivir hay que vencer. Si el patriota honrado quiere salvar a su Patria, debe vencer. Si el pusilánime quiere salvar el cuero, también debe vencer. No existe otra salida.

Muchas veces los usurpadores extranjeros desgarraron a Rusia, pero nadie la conquistó jamás. ¡Hitler nunca será dueño de Rusia! Se levantarán los muertos, rugirán los bosques, los ríos sepultarán al enemigo. ¡Valor amigos! Noviembre será un mes de duras pruebas. Tras él viene el crudo invierno. Por la mañana diremos: otra noche que hemos ganado. Por la noche diremos: un día más que hemos arrebatado al enemigo. ¡Debemos salvar a Rusia y la salvaremos!

22 de noviembre de 1941

CENTURIONES Y DIVISAS

Mussolini declaró recientemente: "El cuerpo expedicionario italiano en Rusia se ha cubierto de laureles. Nuestros descendientes hablarán con admiración de los actos heróicos de nuestros legionarios"

No sabemos de qué hablarán los descendientes, pero de los hechos heróicos de los soldados italianos en Rusia hablan elocuentemente las órdenes del mando italiano.

Los italianos no pierden el tiempo. ¿De qué se ocupan en la Ucrania invadida estos soldados laureados? A esta pregunta contesta "Il signore" Giovanni Messe, jefe del cuerpo expedicionario en Rusia: "Se prohibe a los militares de cualquier graduación del cuerpo expedicionario italiano en Rusia, toda actividad mercantil como el comercio con sus compañeros, con los militares de otras nacionalidades, y con la población del territorio ocupado, así como la venta o adquisición de divisas extranjeras".

Ahí tenéis los "hechos heróicos": la compra-venta, la especulación con divisas, el pequeño comercio. Un coronel italiano intenta convencer a un teniente alemán vendiéndole una piel robada o comprándole un tocino requisado. Un mayor italiano, compra a unos húngaros un par de botas para venderlas después a un teniente rumano. Hay que reconocer que los italianos no siempre compran. A la población civil no le compran nada, le roban todo.

He aquí un expresivo documento. En él figuran los nombres de los coljosianos del pueblo de Orlovo-Ivanovka. Al lado de cada uno de ellos hay anotaciones en italiano hechas por el generoso comandante del 79 batallón de la división "Celere". Las anotaciones son idénticas: una vaca o "due vacche". Es decir, no compraba vacas. Las robaba.

Cuando regresan a Italia después de la "heróica epopeya" los oficiales italianos se llevan laureles consistentes en objetos robados en Rusia.

El lector preguntará admirado si los italianos no hacen más que comerciar o robar. Supondrá que a veces combatirán. Aquí tiene algunas hazañas de los camisas negras:
"El bersagliere Ladessio Cessare di Giuseppe robó a la administración militar 28 kilos de cerdo". El centurión de la compañía de ametralladoras de la 63 legión motorizada de Camisas Negras, Mario Gentile, comunica el 20 de diciembre la hazaña de uno de sus legionarios: Vittorio Manzone disparó contra un ave de corral cerca de una casa". Naturalmente; disparó contra la gallina porque disparar contra los rusos sería demasiado peligroso.

Los altaneros romanos pronto hicieron frente al frío. El mismo centurión escribía en una órden: "La congelación es delito por el que serán castigados los mismos congelados".

De pronto comenzaron a oírse explosiones. El centurión palideció. El Bersagliere olvidó el Reglamento y la Ley. El camisa negra tiró la canasta de los huevos. Redobleó el cañoneo. ¿Qué es esto?, se preguntaron los centuriones. ¡Son los rusos!

La primavera puede ser el tiempo más desfavorable para los héroes laureados. Habrá que huir y el bersagliere preguntará a su Duce: "¿Para qué los laureles? ¿Para qué sirven los centuriones?... ¿Para qué nos enviaron a combatir tan lejos de nuestro país...?

10 de marzo de 1942

NADIE LE HABIA INVITADO

Tengo ante mi vista la agenda personal del cabo alemán Inge, de la 22 división de artillería pesada. Esta agenda contiene la historia de un año del ejército hitleriano, el año 1941, cargado de acontecimientos. El 2 de enero de 1941, el cabo Inge anotaba:
“Hemos bebido licores”
Encontrábase entonces en Francia, en Auxerre. He aquí sus impresiones recogidas al azar durante el mes de enero:
“Hemos tomado un baño delicioso. Después de la comida, tumbados sobre unos mapas, hemos jugado a invadir Inglaterra”.
“Hoy gran cacería de liebres. Hemos ido hasta los alrededores de Auxerre, donde abundan y las hemos cazado a montones. La lista de piezas asciende a 19 liebres y algunas perdices”.
“Hoy nos las hemos comido guisadas y nos han dado vino de postre”
“Ayer tarde, los oficiales organizaron una soirée. Yo serví de camarero. Los platos y los vinos eran deliciosos; puedo asegurarlo pues he comido y bebido todo cuanto se me ha antojado…lo que no llego a entender es por qué a la gente cuando se emborracha le da por romperlo todo. Al terminar la fiesta he tenido que caminar por encima de los fragmentos de cristales comprobando que a los señores oficiales les afluyen las fuerzas cuando lanzan los vasos contra las paredes”.

Así transcurrieron en esta villa los días dichosos del cabo Inge. Bebiendo champagne y devorando suculentos platos. Sólo una cosa le tenía desolado: sus compatriotas habían desvalijado todos los almacenes de calzado de Auxerre. El cabo se lamentaba de ello:

“En vano he tratado de descubrir un par de botas en Auxerre. Se ha dado la orden de cerrar todos los establecimientos”.

Y así pasan febrero y marzo: champagne, reposo, preparativos de invasión a Inglaterra. En abril, Inge se interesa todavía por la buena comida. El día 2 escribe: “Las gallinas aquí son buenas ponedoras y ello me proporciona la satisfacción de comer huevos todos los días”.

El 4 de abril reina gran agitación en la guarnición nazi de Auxerre. Inge lo refiere así:
“En nuestro cuerpo de artilleros la emoción ha llegado a su colmo ayer tarde cuando nos anunciaron que al día siguiente partiríamos con destino desconocido. Todos los planos y mapas referentes a Inglaterra, confeccionados con tanto esmero, han sido enviados a París. El sueño acariciado por nuestra división de invadir Inglaterra, ha naufragado. Por la tarde, muchos de nosotros nos hemos entregado al champagne”.

¡Adiós Auxerre! ¡Adiós ricos vinos de Champagne! ¡Adiós hermosos sueños de pipas inglesas, de bares de Escocia, de bares de Picadilly! Los soldados de la 22 división parten para Alemania. Nuestro cabo muestra su disgusto:
“Está nevando sin cesar y nosotros que nos hemos habituado a las comodidades de Francia, sentimos frío”.

El 9 de abril, el cabo Inge recibe otra orden. Ya no irán a Alemania sino a Yugoeslavia. Se siente contento, aunque le asalta una duda: “¿No llegaremos demasiado tarde?...Según la radio nuestras tropas no cesan de avanzar y seguramente será muy poco lo que nos quede que hacer a nosotros”.

Los Balcanes pasan brevemente por el carnet de notas del cabo Inge. Nos dice que ha visto prisioneros serbios y que ha podido “procurarse” dos kilos de café. No ha tenido ocasión de disparar pero de todas maneras le han condecorado, lo mismo que al cocinero de la división, el día del aniversario del Fuehrer.

El 23 de abril Inge está nuevamente en camino.
“Desde esta mañana estamos viajando por territorio polaco. ¿Quién me iba a decir que volvería a encontrarme en este país dejado de la mano de Dios?”

El cabo no está contento. Llama a Polonia “país infecto y salvaje”. En Lodz se entrega a estas reflexiones:
“A decir verdad, habría que compadecerse de estas gentes. Pero esta raza polaca contiene muy malos elementos, que es preciso castigar”. Desde Lodz, el cabo de artillería pesada es trasladado a Tarna. Pero se consuela:
“Estamos muy bien instalados, las gallinas ponen bien”…Pasa el tiempo. Tortillas y tertulias en largos días. En Pentecostés, el cabo se divirtió mucho:
“Los pasteles estaban deliciosos. Por la tarde he bailado un vals y una polka con la bella Hellene”…Y añade sin transición: “los polacos se mueren de hambre en las aldeas. En el campo ya no se encuentra nada ni pagándolo”.

Por fin, el 21 de junio de 1941, el cabo Inge, muy serio, escribe; “Nuestra artillería ha sido incorporada a la división blindada de Guderian. Nuestro objetivo es Moscú. ¡Que Dios nos ayude!”

Pero el Dios alemán permanece sordo a las plegarias del cabo Inge. Comienzan las amarguras. Desde el 23 de junio anota: “Todo a nuestro alrededor es un verdadero infierno”. Cinco días más tarde sigue quejándose: “Muchos de mis camaradas han caído bajo las balas o por los ataques de las guerrillas”

Después siguen notas breves:
“Hemos sufrido grandes pérdidas…Bombarderos rusos sobre nosotros. Seis muertos. Los rusos disparan contra nosotros; cinco muertos, veintidós heridos…”

Anotación del 13 de julio: “El comandante mayor Mende, el ayudante de campo Oberleutnant Ludere, dos radiotelegrafistas y el chofer han caído en poder de los rusos”.

El 21 de julio el cabo está en Smolensk y anota: “Nos hemos apoderado de los primeros grandes trofeos: jabón, ropa interior, aguardiente. La ocasión ha merecido ser celebrada hasta caer borrachos”.

Tres días después , Inge, qur ha recobrado un poco el espíritu confiesa:
“Hemos recibido la orden de abandonar Smolensk. La verdad es que se está muy mal allá. Los artilleros rusos tienen una excelente puntería. Las 17 y 18 divisiones de carros han sufrido grandes pérdidas. Lo mismo ha sucedido con el regimiento “Gran Alemania”.

En el mes de agosto la división de Inge desciende hacia el sur. El cabo se encuentra en Ucrania. Pero ya no está tan contento. Se da cuenta de las pérdidas de su unidad y toma nota; la aviación rusa le llena de indignación.

“Aquí en Rusia, nuestra gloriosa división está sufriendo tropiezo tras tropiezo”…. En octubre, el cabo Inge vuelve a tomar el camino del norte; nuevamente el objetivo es Moscú. Inge se queja del frío y de la artillería rusa. El 8 de noviembre hallándose en Orel escribe:
“¡Qué felicidad! ¡Nos hemos dado una ducha! Han sido ahorcados tres saboteadores en el mismo centro de la ciudad. Es de desear que permanezcan allí el mayor tiempo posible, pues es preciso intimidar a la población”.

En Orel ya no hay ni music-hall ni champagne. Las gallinas de Orel no ponen y no hay muchachas que bailen valses, y por si fuera poco, se le dice que hay que apoderarse de Moscú. Llega hasta Stalinogorsk. Está satisfecho de la marcha de la ofensiva, pero sigue tronando contra los bandoleros rusos. El 25 de noviembre escribe en su agenda:
“Todos maldecimos de Rusia y de la guerra. No hay quien no quiera volver cuanto antes a su hogar”.

Las últimas páginas del carnet son melancólicas. La víspera de Año Nuevo escribe: “Se ha dado lectura de una orden en que se nos prohíbe a los soldados habitar las casas ocupadas por la población civil. Es un buen consejo, pues se nos había alojado con rusos. Pero nosotros hemos encontrado una solución: hemos arrojado a los rusos a la calle”.
Y pasando a aspectos más serios de la estrategia anota:

“Veinte horas. Con estos rusos la vida es imposible. No nos dejan ni cenar a gusto. Se nos ha dado la orden de tener dispuestos todos los vehículos desde las cuatro de la mañana. Los oficiales no ocultan que va a ser necesario emprender la huida”.

El cabo Inge, de la 22 división de artillería pesada, no se ha provisto de una agenda para 1942. Vive en silencio los meses de enero y febrero. El 19 de marzo de 1942 fue muerto por una bala rusa.

En sus bolsillos aparte de la agenda, se ha encontrado una carta dirigida a su mujer. En ella le decía: “El diablo nos ha traído a Rusia, maldigo la hora en que llegué a este país”.

El cabo Inge ha muerto descontento de los rusos. Los rusos le han hecho un mal recibimiento. Mas no fue precisamente en calidad de turista como vino a Rusia. A decir verdad, nadie le había invitado. Había venido a buscar “trofeos”: jabón, ropa de niño, un litro de aguardiente; hacía colgar a los rusos para intimidar a la población. No ha asustado a nadie y se le ha matado.

Así habrá un monstruo menos.

1 de abril de 1942

ODIAMOS A LOS FASCISTAS PORQUE AMAMOS LA HUMANIDAD

El fascismo es el mayor de los intentos para detener la marcha de la historia. El fascismo resucitó algunos ritos y falsas creencias de la Edad Media. Pero los hombres del medioevo no vivían sólo de ritos y falsas creencias; en ellos ardía una auténtica fe. Erigieron maravillosas catedrales; compusieron vehementes poemas épicos. Con su trabajo y conducta, prepararon el siglo del Renacimiento.

No puede compararse a los fascistas con los hombres del Medioevo. Los fascistas viven en otra época. Intentaron desprenderse de la concepción del tiempo; así se explica su esterilidad. Naturalmente, los viñedos de Italia continúan produciendo uvas aún bajo el reinado de Mussolini. Evidentemente las fábricas de Alemania siguen trabajando bajo el mandato de Hitler. Pero los fascistas no crearon nada. No hicieron más que movilizar la técnica moderna para luchar contra el espíritu de nuestra época. Y uncieron todas las conquistas de la civilización al carro de la destrucción.

No es extraño, pues, que el fascismo atraiga a los detritus de la humanidad; hombres de dudosa reputación, sádicos, degenerados, traidores, etc. El pintor fracasado Hitler, el desprestigiado novelista Goebbels, el torpe dramaturgo Mussolini: ¿No es sorprendente que a la cabeza de los estados fascistas se encuentren hombres que soñaron con los laureles de artistas y que sólo fueron ridiculizados como pobres bufones?

La maldad es un sentimiento bajo y mezquino. Nosotros nos avergonzamos de que la maldad se manifieste en la vida. El mal poeta esconde su enojo. El hombre avaro no se atreve a convertir en ideología el miedo que siente por la seguridad de su tesoro acumulado. El anciano que sufre de ver la juventud ajena, murmura y calla. Los fascistas convirtieron la maldad en religión. Bajo el fascismo no hay lugar para la fraternidad humana: El fascista alemán desprecia al fascista italiano y el fascista rumano sueña con estrangular a su colega húngaro

El pueblo ruso atravesó una vida larga y difícil. Su camino hacia la felicidad y la perfección no estuvo sembrado de rosas. Pero aún en los años más difíciles de su historia, el hombre ruso permaneció vigilante contra la odiosa malignidad. La maldad no nos seduce tampoco ahora. La idea de la venganza no puede satisfacer a nuestro cerebro indignado. Nosotros no hablamos de maldad sino de odio; no de venganza sino de justicia.

Estos no son matices de una misma palabra; son diversos sentimientos. El odio, al igual que el amor, es innato en los corazones puros y ardientes. Nosotros odiamos al fascismo porque amamos a los hombres, los niños, la tierra, los árboles, los caballos, la risa, los libros; porque amamos la vida. Mientras mayor es nuestro amor a la vida, mayor es nuestro odio al fascismo.

Muchos de nosotros, al principio de esta descomunal guerra, no comprendimos quién asolaba nuestra tierra. Hombres demasiado ingenuos o demasiado incrédulos, pensaban que el ejército de Hitler era el ejército de un Estado hostil, pero culto; compuesto de oficiales educados y soldados disciplinados. Pero con el Hitlerismo llegó a nuestra tierra la muerte. No me refiero a la muerte de los combatientes en el campo de batalla. No hay guerra sin víctimas. Me refiero a las horcas de donde cuelgan muchachas rusas, a la horripilante zanja abierta en Kerch, donde fueron enterrados niños rusos, tártaros y hebreos. Me refiero a los asesinatos de heridos soviéticos y a los incendios de los hogares con sus moradores dentro.

Ahora esto lo sabemos todos: desde los defensores de Sebastopol hasta los Koljosianos de Siberia. Cada crimen de los alemanes fomentaba nuestro odio. Todo el pueblo soviético comprendió que esta no era una guerra ordinaria; que contra nosotros no ha sido lanzado un ejército normal; que no se ventilan cuestiones de territorio ni de riquezas, sino nuestro derecho a vivir, a respirar, a hablar nuestro idioma, a mecer nuestros niños, a verlos crecer y hacerse hombres.

No soñamos con vengarnos. Nunca el hombre soviético se rebajará hasta la condición de los fascistas; nunca recurrirá a martirizar a los niños ni a martirizar a los heridos. Buscamos otra cosa: la justicia que podrá atenuar nuestro dolor.

Hemos decidido aniquilar al fascismo. Lo exige la justicia. Lo exige nuestra comprensión de la fraternidad humana. Hemos decidido exterminar a los fascistas porque en el mundo no pueden convivir los fascistas y los hombres: o la humanidad destruye a los fascistas o los fascistas aniquilan a la humanidad.

Para nosotros, un soldado alemán con un fusil en la mano no es un hombre sino un fascista. Le odiamos, odiamos a cada uno de ellos por lo que hicieron todos en conjunto. Pero si el soldado alemán depone las armas y se rinde, no le tocaremos un pelo de la ropa y vivirá. Quizá la Alemania del futuro consiga reeducarlo, convirtiéndolo de asesino en trabajador y en ser humano. Que lo piensen los pedagogos alemanes. Nosotros pensamos en otra cosa: en nuestra tierra, en nuestro trabajo, en nuestras familias. Aprendimos a odiar porque sabemos amar.

Recientemente en el frente noroeste, siete combatientes soviéticos mandados por el teniente Demantiev, defendían una pequeña colina. Los alemanes contraatacaban con grandes fuerzas; cuarenta bombarderos, el fuego de la artillería y de los morteros, todo se lanzó contra ocho valientes. Los héroes murieron tras agotar sus municiones. Pero las faldas de la colina se cubrieron de cadáveres alemanes. Más de 300 fascistas perecieron al atacar la colina. El teniente Dementiev y sus siete combatientes, dieron la vida por sus familias, y por nuestro hogar común: Rusia. Aniquilaron cientos de fascistas y así salvaron la vida a muchos hombres honrados.

Quien sabe amar ardientemente tambien puede odiar ardientemente. ¡Bandera roja de regimientos y divisiones! ¡Marchad al combate! Tu llevas la sangre y el amor de los sacrificados; tu llevas nuestro odio, nuestra cólera y nuestro juramento: ¡Rusia vivirá y los fascistas morirán!

7 de mayo de 1942

Los artículos fueron publicados en el libro “Muerte al Invasor” Crónicas de guerra. Publicado por la editorial “La lucha de la Juventud” en Mexico, en mayo de 1943.


Fuente: Foro de la Segunda Guerra Mundial

1 comentario:

Olivier Franconetti Benamor dijo...

NO PASARAN!!!...

"para mi yerto corazón herido"