lunes, 17 de agosto de 2009

"MASACRE (VEN Y MIRA)", PELÍCULA SOVIÉTICA DE 1985 EN CASTELLANO

Título Original: Idi i smotri
Año: 1985
País: URSS
Género: Bélica
Director: Elem Klimov
Guión: Elem Klimov y Ales Adamovich
Actores: Alexei Kravchenko, Olga Mironova, Liubomiras Laucevicius, Vladas Bagdonas, Victor Lorents


Viendo películas como Masacre (Ven y mira) uno entiende un poco más a esas personas que vivieron el drama de la segunda guerra mundial y que nunca pudieron cicatrizar sus heridas. Porque de las heridas físicas de la guerra uno se acaba recomponiendo, pero de las psicológicas nunca se recupera uno del todo. Algunas de las víctimas de los nazis utilizaron a modo de catarsis el arte y sus expresiones artísticas, otros, como Primo Levi, ni eso fue suficiente para querer seguir viviendo.
Masacre explica el infierno por el que pasa Florya, un niño de un pueblo de Bielorrusia que se aventura a ir a la guerra, pero que tras un cúmulo de desgracias sufrirá en carne propia la maldad absoluta del enemigo nazi.

La película del ruso Elem Klimov es un sobrecogedor viaje al horror nazi desde el punto de vista de un niño que pretende ser un adulto antes de pasar por la adolescencia, y que al final de la guerra sé convertirá en eso, un adulto al que le han usurpado la juventud y toda la inocencia que uno pudiera haber tenido.

El viaje al infierno real (los nazis no tuvieron piedad en Bielorrusia, como no la tuvieron allí donde pasaban) se muestra en la película de un modo que el espectador más sensible le puede costar aguantar. La presencia constante de imágenes angustiosas, perturbadoras o aturdidoras hacen de la película de Klimov una digestión complicada. Su historia, sus personajes, y las situaciones, no se podrán borrar con facilidad. Masacre quedará grabada a fuego (de baja potencia si lo comparamos con los testigos de esa tragedia) en las retinas del espectador.

Tanto o más valioso que la estructura dramática y la fuerza del personaje para transmitir la barbarie nazi resulta la forma en que lo presenta su director. Kilmov tiñe las imágenes de una asfixiante, y a veces terrorífica, atmósfera. Para ello se ayuda de unos efectos de sonido que se clavan en las orejas y que acentúan ese estado de ánimo al borde de la locura por el que pasa el maltratado Florya. Pero también sus imágenes, de una expresividad difusa y una fotografía áspera, con predilección para la cámara al hombro subjetiva, para ponernos, con más ímpetu, en el punto de vista del niño soldado. Otro elemento clave en la realización es el uso constante del primer plano de personajes mirando directamente a cámara, algo que evidencia la magistral labor actoral de sus intérpretes.

Precisamente la interpretación de Alexey Kravchenko mercería un estudio aparte. No sólo por ser capaz de meterse en la piel de un personaje de esa complejidad y de ser la pieza clave en el relato, si no por el hecho de transmitir con la única ayuda de su rostro y su mirada cristalina todo el sufrimiento sobrehumano de su personaje. Resulta sobrecogedor presenciar el deterioro físico y psicológico de un personaje que es objeto de las máximas atrocidades. Pero no sólo hay que alabar la actuación de Kravchenko, todo el reparto roza la perfección, no hay ni un solo papel que se pueda discutir, empezando por Olga Minrova en el papel de una chica con mucha presencia en la primera parte del filme, y que hipnotiza a todos con una mirada de una fuerza absoluta. También los nazis y los que se sumaron al bando de los verdugos, rallan la excelencia.

Para la memoria de los espectadores y en los anales de la historia del cine deberían entrar a pasar varias secuencias de la película. La primera, una en que se muestra a los dos jóvenes atrapados en el barro como metáfora sublime de la situación extrema (de vida o muerte) que se les ha plantado delante de sus vidas, llenas de inocencia hasta ese momento. Quizás la escena más angustiosa y cruel de la película sea la que ocupa su carátula, un momento en que el espectador comparte todo el sufrimiento del niño a la espera de saber hasta dónde llega la crueldad de los nazis. Para daros más señas, la escena en cuestión escenifica una foto de un grupo de nazis tras la matanza en un pueblo, por lo que cogen a Florya para regocijarse con su pose de prepotencia y superioridad animal. No es hasta que la cámara del fotógrafo nazi hace clic, cuando sabemos lo que se le antoja a ese comandante de las SS que apunta al niño con su Luger. También alcanza cotas álgidas, pese a la dureza anímica del asunto, la puesta en escena y toda la secuencia del aniquilamiento del poblado bielorruso.

A pesar de que las descripciones anteriores puedan llevar a pensar en sangre, violencia, violaciones, y todo tipo de barbaridades, el dardo de Klimov es mucho más certero y hábil como para centrarse en lo explícito. Su cine es más potente al construirse desde la imaginación, lo evocativo y el fuera de campo, algo que puede resultar incluso más devastador y emocional que las propias imágenes de archivo que se utilizan en determinados fragmentos.

Masacre es un filme devastador, perturbador, pero también esencial.



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